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AGRUPACIÓN PASIÓN VIVIENTE OLIVA DE LA FRONTERA

DESDE 1976

En Oliva de la Frontera (Badajoz), nos atrevemos a vivir, a sentir y a sufrir el Calvario de Cristo cada Semana Santa. Para los oliveros, una pasión y tradición que cobra sentido meses antes en el momento que se preparan para viajar en el tiempo y recrear el Jerusalén de hace dos mil años.

En el Domingo de Ramos, a las siete de la tarde, Jesús entrará triunfante a Jerusalén, lugar que le conducirá directamente a la muerte. En el momento, Jesús salvará a una mujer la cual “Había sido sorprendida en flagrante adulterio” haciéndonos ver que todos somos pecadores “El que esté libre de culpas, que tire la primera piedra”.

Al paso, un buen hombre se acerca a él y le grita “¡Maestro, ayúdeme, quisiera volver a ver, ten piedad de mí!”. En ese momento el hombre recobra la vista y se vuelve con su hijo.

Irrumpirá entonces un joven poseído acompañado de su padre que ruega a Jesús. “Un espíritu se apodera de él, grita y se agita con violentas convulsiones. Señor, ¡ten compasión!”. En ese instante, Jesús pone sus manos en él e insistirá hasta sanarlo.

Un borrico será necesario para atravesar las murallas y recorrer el camino al Templo, un lugar que ahora, se ha convertido en “cueva de ladrones”. Es entonces, cuando el Señor expulsará a los mercaderes diciendo “Mi casa, es lugar de oración”.

El Jueves Santo, a las diez de la noche, el Señor cenará en una amplia habitación ubicada a las puertas de la Parroquia Olivera. Allí entregará su cuerpo y sangre a los discípulos diciendo: “Este es mi cuerpo que será entregado por vosotros para que se perdonen vuestros pecados. Y esta es mi sangre, sangre da la alianza nueva y eterna”. Asimismo, será traicionado por Judas que lo entregará al sumo sacerdote, Caifás.

Se encaminarán a Getsemaní, un huerto a las afueras de la ciudad donde Jesús se pondrá a disposición de su Padre. “¿Por qué tengo que abandonar a mis amigos? ¿Por qué tengo que sufrir el desprecio de los hombres? Y, ¿por qué morir tras haber luchado tanto? Hágase tú voluntad Padre, la acepto y me pongo en tus manos”. Entre la oscuridad de la noche, un mar de antorchas iluminará la cara del traidor acompañado de dos de los sacerdotes y de todo el pueblo hebreo. Judas lo condenará con un beso. “Amigo, ¿a qué has venido, con un beso de Paz entregas al hijo del Hombre?”. Judas, desolado y con miedo dirá, “es el hombre al que he besado”. Jesús será arrestado entre las tinieblas de la noche y conducido hacia el palacio de los sacerdotes que convocarán la asamblea de una forma precipitada.

Ya en el palacio de Caifás, Nicodemo y José de Arimatea harán lo posible para que Jesús sea puesto en libertad ya que no consideran la forma de proceder que han tenido. Ezequías y Anás, en cambio, atacarán a Jesús diciendo que es un blasfemo y mentiroso. Debido al alboroto y a las disputas entre los hermanos, Caifás intervendrá y preguntará al Nazareno sobre si es el hijo de Dios: “¡Te conjuro en el nombre del Altísimo! ¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios?”. Jesús responderá aun sabiendo que su contestación será el primer paso para poderlo llevar ante Pilatos. “Tú lo has dicho, yo soy. Y veréis al Hijo del Hombre venir en las nubes del cielo a la diestra del poder de Dios”. Se rasgará Caifás las vestiduras y será declarado reo de muerte.

El Viernes Santo, a las doce de la mañana, los miembros del sanedrín acudirán a Pilatos para entregarle al Nazareno. El gobernador, no encontrará causa alguna de muerte y lo enviará hacia Herodes donde será vestido como rey de burla y mandado de nuevo a Pilatos.

La malicia de Caifás y de los suyos, hará que Cristo sea castigado y azotado. El sumo sacerdote sabrá por dónde hacer más mella y dirá: “Si sueltas a ese hombre, ¡no eres amigo del César!”. Casi en la obligación, Pilatos se lavará las manos “soy inocente de la sangre de este justo, allá os las veáis vosotros”. El destino de Jesús, que como él avanzó estaba escrito, será cargar con su cruz y encaminarse hacia el monte Calvario donde el final inminente le esperaba. A los pies de la cruz, su madre, Juan y María Magdalena que esperan angustiados su muerte. Los silencios, los llantos y esa frase de despedida de una madre desolada que dice algo así como “Intuía este final desde el momento en que me anunciaron tu llegada, e advirtieron que llegada la hora sentiría un dolor tan grande, como si una espada atravesara mi alma y tenían razón, ¡qué amargo es este momento!” cerrarán estos días de Pasión, en los que mayores y pequeños se vuelcan para que una tradición que tiene casi cincuenta años de historia siga perenne en el tiempo y pueda ser conocida por promociones venideras.

reconocimiento

Desde la Agrupación, nuestro más sincero reconocimiento a su creador y también párroco, D. José Ramos Capilla y a todos los que apostaron por ese sueño de levantar una Semana Santa que, por aquel entonces, estaba en decadencia en la localidad.

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